miércoles, 3 de octubre de 2012
Valentino, Valentino.
Tristemente nos tocó vivir una época en la que no podemos ver a Christian Dior, Coco Chanel o Cristóbal Balenciaga con vida y disfrutando de los grandes emporios detrás de su nombre; pero aún en estos tiempos el último eslabón de la vieja escuela de la Alta Costura sigue vivo y radiante; ver a Valentino nos remonta a sueños principescos, vestidos ostentosamente refinados y a un Château francés.
Como ya sabemos la dirección creativa de Valentino esta en manos de la mancuerna de Pier Paolo Piccioli y María Grazia Chiuri, posicionando al creador de la firma como figura moral; aunque es algo lógico que él sigue decidiendo que sale y que no.
El presente Fashion Week en París ha sido algo especial, vimos el debut de Slimane en Saint Laurent y la primera colección ready-to-wear de Simons para Dior, quizá esto ha maximizado la tendencia de las grandes marcas de regresar a los gloriosos años setenta y vaya que ésta época le sienta muy bien a Valentino; está impreso en nuestra memoria gráfica los innumerables diseños del italiano para Jackie Kennedy o Elizabeth Taylor hechos durante la década.
Para esta temporada vemos este preciosismo aterrizado excelentemente a la actualidad, los textiles fueron los inherentes a Valentino: finísimas sedas, gasas envidiables, sutil encaje, ricos bordados y telas grabadas, obviamente el rojo característico e indispensable estuvo presente.
Con la modernidad viene la depuración, y es ahí donde Maria Grazia y Paolo Piccioli hacen un gran trabajo adaptando el maximalismo de la marca a tiempos modernos, dejándonos solo brillantes guiños hacia la historia de Valentino en formas de bordados, aplicaciones, técnica o texturas.
Se me hizo tan exquisita que algunos outfits de primera vista podrían pasar por Alta Costura sin ningún problema; mi pieza favorita tiene que ser inevitablemente roja y fue el vestido de gasa plisada en el busto con un movimiento y caída espectacular.
La colección habla por si sola y mientras, Valentino Garavani puede relajarse en su asiento de front-row al mismo tiempo que en las Casas de Saint Laurent y Dior sufren por la reinvención.
Abraham Cadena.
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